Hola amigos, como el comienzo del año siempre es lleno de propósitos, el mio esta relacionado a la constancia que tendré de hoy en adelante con la publicación de mis artículos. y el tema que voy a compartir con ustedes está muy ligado a dicho propósito.
Es usual escuchar en todo tipo de conversaciones la frase "aún no es el momento", y la sensación que queda después de escucharla es que pareciera que le dejamos nuestro actuar, nuestra vida, nuestras metas, nuestros objetivos a la suerte, a los astros y en el mejor de los casos, a la alineación de los planetas.
Cuando se trabaja con niños se aprende que ellos responden a sus instintos, a su inocencia, a sus posibilidades, sus juegos están llenos de creatividad y desprovistos de toda mala intensión que con el paso del tiempo van variando por el proceso de socialización al que están expuestos a lo largo de su contexto escolar. Esto no es bueno ni malo simplemente se debe observar en tanto si es funcional o no para los niños. Por que en mi experiencia clínica, los niños "no esperan el momento", actúan dependiendo de sus propios intereses y motivaciones, hasta los 5 años el pensamiento simbólico les permite entender el mundo a partir de los colores y las formas, de los sonidos y los gustos, y muy poco de los códigos narrativos que manejamos nosotros como padres. Por esto los niños actúan en el aquí y en el ahora, en lo que el momento presente les pide cuando están desarrollando alguna actividad, no importa si la misma está relacionada con el estudio o con los juegos. observar la forma como se construye la experiencia de los niños(as) en el preescolar debería ser una clase obligatoria de cualquier adulto en cualquier tipo de profesión que desempeñase. Aprenderíamos de los niños 3 cosas fundamentales:
1. No postergar. No caer en procastinar que es muy dado en la vida del adulto, nuestras actividades muchas veces están sujetas a su nivel de importancia, a las posibilidades de realización, a las tendencias que se deriven de las mismas redes sociales, al tiempo que tengamos para ellas e inclusive al dinero destinado para realizarlas. Los niños no postergan, son obligados por los adultos a hacerlo.
2. Hacer es sinónimo de felicidad. Cuando los niños realizan actividades el porcentaje de satisfacción en ellos es mayor a la sensación de pérdida, independientemente de que el objetivo no sea alcanzado, pero el proceso de desarrollo de la actividad es lo que genera satisfacción en ellos.
3. No discriminar y no juzgar. En los adultos estas dos condiciones pareciera que hicieran parte de la vida misma. Discriminamos por condición social, por raza, por credo, por ideología política, por equipo de fútbol y mucho mas. y esa primera condición nos lleva a la segunda, juzgamos con la primera impresión. Por eso tenemos tantos prejuicios que en los niños no se dan.
Los invito a que no esperen el momento, a que determinen su propia realidad a partir de sus intereses y motivaciones, a que respondamos a lo que nuestro corazón nos dicta, a que nuestros actos no estén solo ligados a los juicios de valor sino a la sensación de bienestar y de placer que nos van a propiciar. "El momento es ahora, es ya".